QUIÉN ES UN NIÑO.
Texto de la pag. 292 del libro “Antología de la Superación Personal”
Muy a propósito del próximo 6 de enero, presento a mis lectores y amigos este bellísimo texto. Una verdadera poesía en prosa en honor de los niños. No olvidemos que en cada niño renace la humanidad.
QUIÉN ES UN NIÑO
Los niños vienen en tamaños, pesos y colores surtidos. Se les encuentra dondequiera: encima, debajo, dentro, trepando, co-rriendo, saltando. Las mamás los adoran, las niñas los odian y las hermanas y hermanos mayores los toleran; los adultos los desconocen y el cielo los protege.
Un niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado y la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo.
Un niño tiene el apetito de un caballo, la digestión de un traga espadas, la energía de una bomba atómica, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la imaginación de Julio Verne, la timidez de una violeta, la audacia de una trampa de acero, el entusiasmo de una chinampina, y cuando hace algo, tiene cinco mil pulgares en cada mano.
Le encantan los dulces, las navajas, las sierras, la Navidad, los libros con láminas, el chico de los vecinos, el campo, el agua (en sus estados naturales), los animales grandes, papá, los trenes, los domingos por la mañana y los carros de bomberos.
Le desagradan las visitas, la doctrina, la escuela, los libros sin láminas, las lecciones de música, las corbatas, los peluqueros, las muchachas, los abrigos, los adultos y la hora de acostarse.
Nadie más que él se levanta tan temprano ni se sienta a comer tan tarde. Nadie más puede embutirse en el bolsillo un cortaplumas oxidado, una fruta mordida, medio metro de cordel, un saquito de tabaco vacío, caramelos, seis monedas, una honda, un trozo de sustancia desconocida y un auténtico anillo supersónico con un compartimiento secreto.
Un niño es una criatura mágica; usted puede cerrarle la puerta del cuarto donde guarda las herramientas, pero no puede cerrarle la de su corazón; puede echarlo de su estudio, pero no puede echarlo de su pensamiento. Todo su poderío se rinde ante él.
Es su carcelero, su amo, su jefe... un manojito de ruido, carita sucia; pero cuando usted llega a su casa por la noche, con sus esperanzas y sus ambiciones hechas pedazos, él puede remediarlo todo con dos palabras mágicas: “Hola papito”.
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